De
entrada me sorprendió la clasificación +18 de la película (la ponen dos veces
para que te quede claro), en la segunda
escena de la película se justifica el porqué, escenas explícitas de sangre son
parte de esa clasificación.
Nos
encontramos con un muchacho que pierde a su hermano y madre, y va a reconocer
los cuerpos, el abogado le ofrece la posibilidad de cobrar un seguro de vida
(sale a relucir el estereotipo chanta del argentino) y aquí comienza de a poco
el embrollo. Conocemos a el “abogado” chanta que busca hacer guita todo el
tiempo, al hijo de la ex de la mamá de nuestro personaje ¿principal?, que
trabaja para el chanta y hace mucho trabajo sucio para él. Todo pasa en un
pueblito del Chaco, cerca de Brasil, donde carteles que prometen futuro (un
cartel de la construcción de un polo científico, que está abandonado), es un
pueblo lúgubre, donde hasta la morgue parece hecha sin ganas, con un cartel de “Silencio”
escrito en un cartón con fibra negra.
La
película nos muestra primero un camino por donde vamos a transitar, luego
bifurca ese camino, sin dejar de darle bola al primero, para luego volver a
juntarse. Esto último no es un spoiler, ya que se torna predecible la película
cerca del final, y un tanto bizarra. Con momentos de risas intencionados y
otros por la incomodidad del espectador, logra levantar un poco vuelo cuando
parece que viene en picada la historia.
Buenas
interpretaciones, tanto de los principales como de los secundarios. Leí por ahí
que se rescata lo “técnico” del director Caetano, lo cual debo admitir que es
algo que no me ha llamado la atención. La banda sonora parece algo antigua, con
algunos sonidos fuertes que hacen saltar algún que otro espectador.
Mi recomendación: Es una película que está bien, pero no supera eso. Si
te impresionas con la sangre, no la veas en el cine (o en tu casa).
Mi puntuación: 5/10
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